Su mano es un derrotado
Castillo de arena o nube,
Una brisa caliente que se enfría,
Un latido de corazón acariciado por dedos
Que presionan el yugular de un cadáver.
Sus ojos son un horizonte que retrodece
Donde montaña, niebla, y cielo
Se aprietan como un párpado,
Y más allá todo es un sueño, una memoria,
O ambos.
Le veo la voz en las ramas del invierno,
Frágil, oleando en frío, sin adornos,
Pero no hay sonido, no hay un arco iris
De sílabas y consonantes
Que arquée de su corazón a mis orejas.
No pienses que esté muerta;
En algún lado ella anda y habla y baila
En las calles que yo atravesaba cuando, tan jóven,
No más sabía amar torrencialmente, una pasión
Que retumbaba como un tren de carga que carena,
Las ruedas y vías en fuego, de mi cuerpo a la suya.
Que ya no la puedo abrazar es mi culpa;
Soy un soldador que a veces construye rascacielos,
A veces arrasa la ciudad.
¿Qué puedo hacer? El sol carnívoro es honesto
Y se atardece sobre un mundo de belleza y supervivencia violenta:
Atraigo y repelo como alguna luna monstruosa y temperamental.
Nuestra amistad, nuestro amor, está derrotada, sí.
La pesada cortina del tiempo borra y esconde el pasado
Para que yo pueda dormir en paz, pero no:
Envejezco. Madurezco. Llego a endenterme.
El impulso lucha con la razón, los sueños con la realidad.
Excomulgo la angustia de la edad adulta, y los años
Se me pasan alegremente. Pero entonces, por casualidad,
Vago y me despisto, y tropezco con mi dolor desalojado.
Abrazamos, convulsionamos, sangramos,
Y con nuestra sangre mezclada escribo de la vida y la muerte.
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